sábado, 15 de septiembre de 2012

Despertares

"Ahí mismo estoy, despertando de mi sueño nocturno, arrullada por la lluvia y el cantar de los anfibios de mi patio, todo en una perfecta y suave armonía que me hizo descansar al grado de acabar en mi lecho en calidad de bulto, sin moverme ni sentir las horas. -Unos minutos más-, lloriqueaba mi cuerpo mientras se aferraba a la almohada..."

Y conforme el dormir se iba, piecitos en mi espalda y manitas en mi cabeza. Al fin medio pude abrir mis ojos poco a poco para ver un collar de sonrisas y miradas, cual platos decorados en día de fiesta, quienes en un acto de mimo y algo de frío, se pasaron cual fantasmas a mi cama y se adhirieron a mi en libre forma.

Qué despertar tan exquisito, tan suave, tan lleno de todo. Estiramientos gatunos, bostezos y cosquillas; expresiones y besos en las mejillas.
La lluvia, seguía recorriendo mis ventanas, los anfibios, su cantar y el silencio de un sábado por la mañana permitía el repiqueteo de las gotas sobre el asfalto, sobre el techo, sobre todo.
Con caminar desganado pero satisfecho, me deslizo por las escaleras cual paño de seda. En busca de un anhelado café para agudizar mis sentidos, el frío recorre mis brazos, mi sangre todavía resbala lento. No me quiero despertar del todo, deseo seguir en ese vaivén del entresueño, de la ligereza. No me hables de noticias, no me prendas la tv, no de lo que te pasó ayer, que todavía vuelo en mi lecho, mi espíritu y mi alma, siguen en esa cama, aunque mi cuerpo esté llegando a la cocina.

Saltos, gritos, sonrisas y giros me rodean, -"¡a la regadera!", sale de mi boca como un mandato matutino infantil, mientras el "bip" del microondas interrumpe el devaneo y mi cerebro le pide a mis manos la preparación y mientras el aroma llega a mis sentidos, utilizando mi imaginación disfrazo mi brebaje como un recién hecho de cafetera italiana y el calor del vapor me invita a dar el primer trago.
 
Qué mañana. Qué temperatura, qué agrado el platicar contigo.

No he terminado de dar el primer sorbo y ya oigo el agua caer: -¡nadie abra la llave, por favor!"- se escucha a través de las paredes la chilloncita voz de mi vástago mayor, quien orgulloso de su edad, ostenta que cumple con este ritual diario de aseo personal por completo y sin ayuda. En el otro cuarto mi princesa de azules ojos y andar ligero, busca afanosa en sus cajones su atuendo para el día de hoy. Canta, revolotea y danza: "brotan flores, en el desierto..."

Oh, mi ser espiritual alcanza ya mi cuerpo, ya estoy de pié y en mis sentidos aún anhelando ese lecho suave. Escucho las sucesiones del Adagietto de la Sinfonía N° 5 de Gustav Mahler y el Irish Tune from County Derry 'Londonderry Air' By Percy Grainger y apresuro mi paso para asistir a mis críos en su sustento alimenticio. Todo corre en y se acomoda, llueve y deja de llover, el reloj implacable se desliza indicando de forma rítmica los momentos, las pautas, los silencios.

Hoy es un día especial, el salir de mis retoños a la socialización infantil.
 
Por fin han volado y la lluvia sigue aquí conmigo, y tú también.
 
Las rosas, las buganvilias, el romero y el albahaca, los papayos en flor y el helecho agradecen esas gotas de néctar de nube.
Ansiosos después de meses de intensos calores, sus raíces se ensanchan mientras por sus poros absorben lo que la tierra mojada les ofrece y yo, miro por mi ventana el recorrer de las gotas, como dice Neruda:

"...al tocar tristemente la ventana,
luego bailar con furia desmedida
sobre mi corazón, sobre el techo...
...para llenarla una vez mas de agujas,
de tiempo transparente, de lágrimas..."

Los últimos tragos de mi brebaje acarician mis sentidos y me uno a mi jardín, a mi amada flora y fauna de traspatio:  palmas, crotos, rastreras, suculentas, grillos, mantis, y toda clase de insectos, bichos y lagartijas, de tierra y lodo, de aromas y delicias naturales. De petricor.
 
Un deslumbrante colibrí escoge de cada buganvilia ese azucarado sabor mientras yo espero tranquilamente a que pase el tiempo, a descansar del correr semanal, al bostezo, al sin quehacer, decido tumbarme sobre el sillón y cerrar mis ojos, flotando en silencio, musitando alguna melodía, y así en estos días de lluvia cual suave murmullo te canto al oído..., mientras tú, ya te has ido.

Verbo viviente

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