Yo en mi rancho |
Desde muy pequeña, entre 1 y 13 años, solía pasar mucho tiempo en el rancho
de mis abuelos paternos, ahí pasé los momentos más felices de mi infancia con
la persona que más ha impactado mi vida: mi abuelo Tirso, maquinista de tren de
profesión, agricultor por convicción.
Don Tirso, como lo llamaban todos en el pueblo y sus alrededores, era una
persona poco común, el tipo de persona que todos quieren: bonachón, siempre con
una gran sonrisa, quemado por el inclemente sol en el campo y el frío, bien
vestido.
Y así, Don Tirso marcó mi vida con su presencia, se la pasaba retando mi
mente con preguntas y metiéndome el “gusanito” de la investigación o el porqué de
las cosas, preguntándome qué quería ser de grande.
Sin ser una persona consentidora prácticamente me daba gusto en todo, en
pocas palabras, hacía todo lo posible para verme feliz y constantemente
evolucionando y aprendiendo, descubriendo la vida.
Don Tirso en su rancho a las faldas del Popocatépetl |
Hasta que un enero de mis 13 casi 14 años, recibí la triste noticia de su
fallecimiento, la última vez que lo vi había sido la Navidad previa, entero,
sin rastro de enfermedad alguna, como siempre con ese pasito que lo caracterizaba
al caminar.
Estuvo un mes desahuciado en el hospital y no me lo creía, el
cáncer se lo llevó, sólo así. Recuerdo que no pude derramar una sola lágrima
hasta por ahí de los 20 años de edad.
Después de un tiempo comprendí que el no haberlo visto en cama, siendo solo
la sombra de lo que alguna vez fue, había sido lo mejor puesto que una de las
últimas imágenes que tengo de él es haciéndome una broma en navidad ¡cómo se
rió esa vez.
Esa fue la lección más importante que me dejó: recordarlo siempre de esa manera, como un ser alegre, de gran arrastre por su comportamiento recto, amoroso, dadivoso, paciente y misericordioso.
Mi hijo Eliab |
Ahora cuando veo a mis hijos, sólo puedo pensar en la manera de dejar este
mismo legado a ellos. Los tiempos, las costumbres, todo cambia y deseo que los
míos se queden con lo mejor así como mi abuelo hizo conmigo.
De tal manera que hace tres años decidí escribirle estas líneas, a mi hijo mayor Eliab, a quien pedí que leyera en voz alta, sin avisarle de qué se trataba, para que pusiera atención sin la carga emocional que podría llevar al saber que era algo de mí para él:
“Te dejo esta carta hoy que vivo para que cuando ya no esté no visites mi tumba para estar conmigo, acompáñame y caminemos; no me hables en tus oraciones, mejor platícame que hay en tu cabecita; para que no me traigas viandas que no podré comer, siéntate aquí junto a mí y comamos juntos.
Mírame ahora, grábate mi rostro, mis ojos, mis muecas, mis sonrisas y así
cuando te veas reflejado, en tu mirada encuentres la mía y no tengas que ver
una foto para recordarme.
Escúchame cuando te hablo, para que la añoranza no contriste tu corazón y
busques en las canciones mi voz.
Si tenemos algo que decirnos, hagámoslo, no esperemos a que alguno ya no
pueda escuchar. Ya no te preocupes por mí, lo que tenga que hacer haré y lo que haya que
dejar aquí se quedará.
Mejor será sembrar en cada uno de los que nos rodean algo que no sólo puedan
recordar sino que los marque, que puedan vivirlo, que toque a otros, transforme
pensamientos y una a todos en un gran abrazo.
Avanza siempre, da más de lo que te pidan, no te conformes nunca, busca
hacer el bien, ayuda a otros, anima sus vidas, ama mucho, disfruta todo, cómete
tus verduras, ríe hasta que te duela la pancita y las lágrimas recorran tus
mejillas; toma agua, duérmete temprano sin dejar de ver el amanecer cuando así
lo necesites, pide todo por favor y da las gracias, huele las flores, hornea un
pastel, juega a la pelota con el perro, come helado cuando haga frío, lee
muchos libros, escucha música, baila con tu hermana, cuida tu jardín, da
gracias todos los días.
Pero lo más importante, no lo hagas solo, ¡hagámoslo juntos!
Pero lo más importante, no lo hagas solo, ¡hagámoslo juntos!
Porque cuando me vaya, nada más podré hacer por ti y cuando te vayas nada más
podrás hacer por los demás…, sólo quedarán estos momentos que ahora tenemos y
que vivirán por siempre dentro y fuera nuestro aunque ya no nos tengamos el uno
al otro.
Es hoy y es ahora...
Te amo con todo mi corazón: Tu mamá."