Hay ocasiones en las que las rachas no son buenas y hay
momentos en las que son peor, pero el saber lo frágiles que somos y nuestras
limitaciones, nos ayuda a darnos plena cuenta de la realidad en la que vivimos
y aprender a disfrutar cada momento, cada situación, lo agridulce de la vida.
Sin estos tiempos que nos hagan detenernos y cuestionar
nuestra existencia ¿cómo podríamos valorar nuestro camino? Situaciones que nos
obligan a recapacitar o preguntarnos si
la dirección escogida es la correcta o si vale la pena el esfuerzo invertido o
simplemente tenemos que parar y meditar para tal vez replantearnos todo o parte
del plan original.
Vamos por este mundo caminando en "el aire", sin
manual, sin experiencia, porque raro es el que aprende del vecino o de su
propio tropezar y aun así, aquí seguimos, terqueando por la senda escogida.
Valen oro estos momentos de sabor amargo que nos hacen poner
los pies en la tierra y dirigir nuestra mirada hacia lo que más nos debe
importar.
Adelante, a tragar gordo, amarrarse las agujetas y ajustarse
los cinturones que ya habrá tiempos mejores y estos sólo serán un recuerdo de
cuando estábamos por subir al siguiente piso, en el último escalón de lo que
íbamos dejando atrás.
Y si necesitas tomarte un descansito en lo que llegas, te dejo esta música de fondo:
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